2013/09/28

Costanera Norte


Estará bien que así sea; las caras largas atrás, a enmarañar el alboroto de la avenida indiferente. Ahora, que la tarde sobre el cielo prende foquitos mientras echa nubes con afán de ahogar la pira redondeada, lo inevitable sabe a paz.

Será entonces cuando se fundan los sollozos; un arrorró conmovedor hará al río bravo romper un lugar entre sus olas. Y es que tras esa orilla habrán de apagarse los bostezos de mi alma, todavía deslumbrada por lo inevitable.

Hoy, que los fantasmas se escurren como sábanas porque pasó la hora de temerles, suspiro el último cansancio. Debe llegarse aquí con el corazón hecho ceniza de tanto arder y buscar los confines de una tierra que nunca habrá de desnudarse por completo. De ese misterio también está hecha la despedida: agridulce porque no habrá camino de retorno, pero sí empapada por el milagro de todo lo sucedido. Ahora que no hay cuerpo, acaricio geografías de querencia en el recuerdo de quienes ahora sonríen un adiós.

Entonces, las manos que me despidan le darán vuelo a esa urna hasta regar las aguas y un poco desafiar al brusco olvido. Como ante una cama abierta, aquello que quede de mí tras arder una vida, al fin habrá de descansar arrumado bajo las cálidas sábanas del Río de la Plata.


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