Escucho tu voz. Volver. Sos vos, no un recuerdo. Al otro lado
de la línea hay un reverbero de risas, llanto, incredulidad, silencios. Estiro los
sentidos, cierro los ojos hasta oír el latido de cada significado: qué se
esconde en las primeras palabras luego del adiós. Después del amanecer largo y
vacío, del momento en que un punto como una bala demolió el mundo enclenque que
una vez llamamos “Nosotros”. Ahora, un montón de horas le brotan a la ausencia.
Hoy los hilos de la realidad están flojos, el horizonte altanero. La vida en gris
bullicio dice hay asuntos que atender. Y sin embargo la charla. Latido tras
latido, respiración que abrazo con los poros del alma. Una joya pende de tus
labios: un te extraño aún tibio tras el portazo final. Amagues de confesión,
bambalinas de corazones, pero sobreviene el saludo borrascoso, casi de ceniza. Entre
olas de silencio se apaga tu voz que trona en sueños. Adiós.
Sopla el viento del cosmos y sus trampas. Los detalles,
aromas y risas de los días vividos se tatúan en mis huesos. Me escucho una risa
y un llanto. Echo a andar y un para siempre abriga mi corazón en este nuevo
mundo.
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