2015/03/11

Una bien Top Secret

Estacionó con elegancia frente al café pacato de Avenida del Libertador. Empujó la puerta de vidrio y se movió con sigilo hasta la barra. Se acomodó a la derecha de un hombre de media edad, peinado con gomina, envuelto en un aire portentoso. El recién llegado desabotonó su impermeable oscuro y sacó una foto. La aplastó contra la barra fuerte y su anillo de bodas rechinó. No apartó la mano ni develó la imagen. Antes pidió dos ginebras.
El mozo sirvió. Ambos brindaron en silencio. El de impermeable luego susurró:
            —Sabés para qué vengo.
            —Siempre venís por lo mismo. Los que son como vos siempre vienen por lo mismo.
            —Magistrado Bermúdez, no se ponga así. Sabe cómo son las cosas. No mate al mensajero.
            —¿Vos mensajero? Mostrame la foto, hagamos el protocolo del apriete rápido. Me tengo que ir. 
            —Como quiera, yo quería volver a la oficina en pedo.
            —Dale con eufemismos. Oficina le decís a ese antro de alcahuetes y pinchadores de llamadas.           
El de piloto apartó la mano, el de gomina miró de ojito. Se llevó las manos a la boca, estremecido. 
            —¿Me venís a joder con esto? ¿Quién los adiestra a ustedes? —dijo entre risas, colorado. 
            —No entiendo.
            —Esta foto de mierda donde estoy puesto con un par de pendejas es vieja. Me extraña. Tanto no me estuviste encima que no tenés las últimas novedades. 
            —¿Qué?
            —La merca, la joda, las pendejas, hacer mierda guita pública. Ya pasó. Ahora juego en primera. 
            —No entiendo. 
            —Ahora el señor Bermúdez está en pareja. Todo en blanco —fanfarroneó en tercera persona—. No te dije nada porque a vos 
te pagan por robar esta data. 

El de piloto no contestaba, estaba atento a la mirada del mozo. Cuando tuvo su atención, pido una segunda ronda. 
            —No te hagas el tonto, te estoy diciendo que te falló el apriete. Pero como soy bueno te voy a mostrar la foto que vale en todo esto. 
            El de gomina sacó el celular, tecleó un poco y le acercó la pantalla. 
            —¡Martita, carajo! —bramó el de piloto con las manos en alto.
            —Viste que algo sabías, alcahuete de cuarta. 
            —¡Martita, mi mujer, con vos! ¡Me está cagando! ¡Me muero! 
            —¿Cómo? ¿Mi Martita está casada con un buchón como vos? ¡Me mato! 
            —Mozo, traiga más ginebra. Tome, cóbrese con lo de los muchachos de la oficina. ¡Para qué carajo están los espías! ¡El cornudo al final es el último que se entera!

No hay comentarios.: