2014/07/15

Otro cuento felino

Algunos textos atrás, había aventuras de gatos en máximo esplendor: misteriosos, tiernos y pícaros. Este es parte de la tanda, pero quedó traspapelado. De paso, viene bien para compartir material nuevo.

Disfrutenlón.

Un gato en carnaval: Prieto baila verde

Va por los techos tras el eco vago de un tambor que enerva la avenida. Se mueve entre cables, bordes y pérgolas de esquina. De pronto, sus dos lunas doradas, astros vagabundos en un cielo azabache de cuatro patas, vuelcan reojos sobre la plaza del pueblo, ahora llena de levitas y banderas verdes. Engargolado y felino escudriña a una murguerita inquieta de ojos tristes y maquillaje corrido.
La joven baila enérgica hasta el último redoble, hasta que la comparsa se desarma abrigada a la sombra de una calle lateral, con el horizonte en forma de trenes y estación. De ese techo arratonado en humedad la figurita negra salta agraciada al encuentro. Primero un susto, luego ojos colosales y después alegría inesperada. Así la chica recibe al felino y lo funde en un abrazo urgente.
                —¿Dónde estuviste todo este tiempo? Con lo que te busqué apenas te rajaste de casa. Creí que no te veía nunca más. Menos mal me equivoqué.
El gato se acurruca y ella lo mece. Recuperan ese calorcito perdido. Ni regaños, ni cosas raras. No hay tiempo, es la última noche. Al alba, el traqueteo de vagones la apartará del pueblo, su historia y ese olorcito felino, testigo de noches en vela al pensar un mañana inquieto entre fauces urbanas.
                —Hacé que siga bailando en mi pueblo —susurra llorosa mientras con unos hilos de su levita le trenza un collarcito verde—. Chau, Prieto. Así de lindo y murguero te voy a recordar —se deja abrazar por el último maullidito, que la abriga antes de encarar el frío de lo incierto.

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