2013/10/19

Sótano

                —Dale, no seas pelotuda, no pasa nada — le recriminaba Pocho a los tanteos, escalera abajo.
                —Pero nabo, este sótano de mierda está helado —balbuceó Jimena de brazos cruzados cerca de su oído para no alborotar.
                —Vos estás cagada. Pasa eso —la despeinó sarcástico—. Por el frío no calentés, ahí traigo la estufa que usa mi viejo cuando no está cuidando la puerta del edificio. Eso sí, siempre trata de no hacer mucho barullo para no joder al ayudante nazi moribundo que se trajo de la calle; igual cuenta que es macanudo, hasta cuida los bichos de la cuadra; el truco está en que no lo veas de frente, más que nada por su as-pec-to —sugirió con ademanes horribles.
                —Aspect… sos un forro, te juro que la próxima pago un telo y hasta la muerte voy a echártelo en cara, ¡boludo! —susurró con el ceño fruncido, pero él se había perdido tras un pasillo oscuro rodeado de escobas y baldes de pintura vacíos—. Bueno, chabona, calmate un toque —se descruzó de brazos y empezó a dar vueltas en círculos, cada vez más frenética—. Al pedo todo —bufó luego apoyada contra el marco de una puerta cuando escuchó un ruido—. ¿Sos vos Pocho? Tarado, no jodás, que… no estoy cagada como vos decís… pero tampoco da que te pongas en gil —ondeó un reproche como pudo mientras caminaba la penumbra—. ¡Pero mirá! —soltó un chistido y se acuclilló al instante.— ¡Qué gatito negro más bonito! ¿Gatito, no? —lo levantó y miró en el claroscuro—. Sí, machito ¿qué hacés acá, en este lugar tan de mierda? ¿Vos también te trajiste una gatita para fifar? ¡Qué atorrante, eh! —bromeó mientras le acariciaba la cabeza, ahora que lo tenía entre brazos; entonces, sintió un tintineo que le venía del pecho—. ¿Y esta campanita?, ¿Quién te la dio? ¿El viejo del infradotado de mi novio? Nunca me hablaron de vos, qué raro. A ver, seguro tiene tu nombre —y acercó la mirada al collar que tenía el felino—. ¿Y acá qué mierda dice? —entrecerró los ojos hasta darse por vencida—. ¡Ay, puta madre!, ¿no estará escrito este en lengua alema… —y abrió enormes los ojos al sentir un crujido y notar un reflejo que se hacía más grande, por lo que inconsciente soltó—. Pocho, ¡Vení ya! —entonces el gato disparó hacia la negrura sin echar la vista atrás.
                —¡Bajá el tono, paspada! Se va a enterar todo el edificio. Era yo el del bochinche, ¿quién iba a ser? —apuró el paso mientras llevaba una linterna, una botella de sidra y dos vasos de plástico.

                —Vení para acá y dejá esa botella de mierda—lo zarandeó—. Me debés cien pesos; ¡cientos cincuenta!, porque sos un pelotudo, aparte, el taxi lo pagás vos —y lo llevó escaleras arriba con prisa atlética. 

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